El ojalaterismo
Como dicen en México, ojalá que nos vaya bonito… aunque la situación internacional no parece la más propicia para seguir creciendo; el Brexit, primero, y ahora la volcánica y ‘trumpetera’ erupción, crean todavía más incertidumbre en este periodo de incipiente recuperación económica. Porque si vuelve el ultra-proteccionismo estadounidense, no vendrán buenos tiempos para nadie, máxime si reina el más rancio populismo en la primera potencia mundial. Juegos inescrutables del destino: van a coincidir Trump y Rajoy. Y en esta pequeña Región del Sureste Español nos preguntamos hacia dónde vamos… Posiblemente hacia el ‘ojalaterismo’, excelsa invención tan española como galdosiana.
Y no me cabe duda que para todos, entre sus prioridades, deben figurar las reivindicaciones históricas de nuestra Región. No por nada, Pedro Antonio Sánchez dejó bien claro en la campaña de las elecciones autonómicas que ejercería de presidente ‘incómodo’, y que no pediría sino que exigiría soluciones a los cuasi sempiternos problemas regionales. Desgraciadamente sólo pudo cohabitar con el Ejecutivo nacional en plenas facultades durante medio año, luego vendría el largo interregno de más de diez meses en funciones.
La más urgente, la endémica escasez de agua. El acuerdo entre PP y Ciudadanos establecía el Pacto Nacional del Agua entre sus principales metas. Debería haber, por consiguiente, licencia para soñar con un magno acuerdo que, al margen del color del gobierno, asegure que nuestra Comunidad tenga garantizados todos sus recursos hídricos. A ello, habría que sumar la imperiosa urgencia de la recuperación del Mar Menor. Lo mismo se podría esgrimir en infraestructuras y financiación autonómica, donde Murcia tradicionalmente sale tan mal parada.
Los augures del Ejecutivo regional, sostienen que esas barreras invisibles, al fin, se van a salvar. De momento, como han podido comprobar, abundan los murcianos en esta escalera al cielo que compone el Gobierno de la nación. El poder murciano se ha hecho un hueco indeleble en las más elevadas instancias: CERO ministros, cero. El machadiano ‘Hoy es siempre todavía’ continúa resonando en los muros de la patria mía.
Eso sí, rebuscando con lupa, encontraremos entre las nuevas incorporaciones al Gobierno conexiones murcianas tan íntimas como éstas: La más sobresaliente, un abogado de raíces cartageneras, José María Jover, ocupará la subsecretaría de la Presidencia para las Administraciones Territoriales. Sin embargo, quizá para equilibrar la murciana balanza, no vaya a ser que nos excedamos en peso, el Consejo de Ministros dejaba fuera de la Secretaría de Estado de Turismo a Isabel Borrego, diputada por Murcia; y todavía no se sabe si Juan María Vázquez repetirá como secretario general de Universidades. El resto de diputados del PP por Murcia podrían aspirar a alguna alta responsabilidad, pero sus posibilidades se antojan escasas.
Hilando más fino, -y ya son ganas de hilar- podríamos descubrir más lazos imprevisibles con la Región. Por ejemplo, el ministro del Interior veranea en el Mar Menor, y su esposa es murciana. Si les parece poco, también podríamos fijarnos en las presuntas buenas relaciones con el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna; o en los amistosos vínculos que unen al Diputado Teodoro García con la nueva ministra de Sanidad, Dolors Montserrat.
En resumen, hasta ese extremo llegan presumiblemente nuestras influencias. Sin duda, lo de menos es la procedencia de nuestros ministros y secretarios de Estado. Lo trascendental es que trabajen por el bien de esta Región nuestra, tantas veces relegada. Que la hora de Murcia suene al fin en Madrid en todos los despachos ministeriales. Que la hora de Murcia sea la de todos.
Obviamente, habrá que concederles los 100 días de rigor a este relumbrante nuevo gobierno, en el que lo nuevo brilla por su ausencia. Lo cual incluso puede ser mejor que bueno a nivel regional, pues al menos les conocemos sobradamente; y ellos deben conocer hasta la saciedad las justas aspiraciones de este soleado reino del Sureste, que se mantienen invariables desde tiempo inmemorial.
Llámenme ingenuo, pero, como diría Galdós, deseo fervientemente que se termine con el ‘charlamentarismo’, que se enquista en el corazón del sistema. Ojalá, en esta duodécima legislatura, desaparezcan definitivamente los mensajes `cabiztivos` y ‘pensibajos’, que por estos pagos han abundado, y tantas trabas en el desarrollo de nuestra tierra han justificado. Ojalá nuestra voz tenga mayor resonancia en Madrid, de la que históricamente ha gozado. Y ojalá nuestros altos representantes no confundan molinos con gigantes… ni nos hagan comulgar con ruedas de molino. ¿Tal vez, peco de ojalás?, ojalá no. Como ojalaterista convencido que soy, espero que no.
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