DUODÉCIMA TEMPORADA

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viernes, 15 de marzo de 2019


Hipólito Martínez
El quimérico escaño 46


En vísperas de elecciones múltiples, en la antesala de un tiempo de espera tensa, recibimos la extraordinaria noticia del alumbramiento de un nuevo reglamento en nuestro parlamento regional, que han aprobado todos sin excepción (qué hermoso gesto, tan improbable en otras controversias). La Asamblea dispondrá al fin de un reglamento ‘comme il faut’, pero también de nuevos árbitros a partir de junio. Y gracias a este renovado documento, la décima Legislatura contará con 46 escaños: los 45 de sus señorías más uno etéreo y evanescente, para uso y disfrute del ciudadano de a pie. Un asiento colectivo y anchuroso, donde teóricamente cabemos todos, y desde el cual podremos preguntar al mismísimo presidente de la Comunidad; y llámese como se llame, tendrá la obligación de respondernos y ofrecernos toda clase de explicaciones. La magia de la democracia directa todavía no nos ha descubierto sus secretos todos.

El que se podría llamar escaño número 46 -así de hecho ya lo conocen algunos que se disputan acerbamente su paternidad- constituye una de las grandes novedades en la Asamblea Regional, que ha de estrenar en la próxima legislatura flamante reglamento. Falta hacía; casi 20 años después de su última modificación, este instrumento vital para la actividad parlamentaria se ha remozado. En consecuencia, tras las elecciones autonómicas del 26 de mayo, se abrirán de par en par las puertas de la Asamblea a la ciudadanía; la gran diferencia estriba ahora en la posibilidad que tendrán (tendremos) los sufridos contribuyentes de poder acceder a la Cámara regional con nuestras preguntas… Y deberemos ser atendidos.  En búsqueda de la participación y la transparencia, esta normativa presumiblemente hará de nuestra Asamblea un foro abierto a todos los murcianos, los 365 días del año, cada año. En apariencia, un panorama idílico.

La buena nueva se fraguó en el Pleno que recientemente aprobó por unanimidad la modificación del Reglamento de la Cámara, después de un trienio de exhaustiva labor para actualizarlo. El reglamento que regulará, a partir de junio, el funcionamiento de la Asamblea Regional brindará un mayor protagonismo a la ciudadanía. Y el mero hecho de que se nos permita, a los humildes conciudadanos, formular preguntas para su correspondiente respuesta oral supone, de suyo, un avance considerable; los miembros del Consejo de Gobierno (incluido su presidente) estarán al alcance de las cuestiones de cualquier murciano, que quiera saber y preguntar.

Mas mucho me temo que nos encontremos ante otro evanescente brindis al sol; la sacrosanta realidad se encargará de demostrar con gélida exactitud la valía de este maravilloso invento que, de utilizarse con propiedad, prometería fuertes emociones democráticas. Merece la pena, no obstante, concederle al recién nacido escaño 46, el beneficio de la duda… por mucho que ésta me corroa por dentro.

Un escaño multiusos

El modus operandi para acceder a la butaca parlamentaria conciudadana no entraña ninguna dificultad. En principio, las preguntas al Gobierno regional deberán registrarse presencialmente en la Asamblea o a través de su página web; por supuesto, deberán ir identificadas, y tendrán que ser admitidas a trámite por la Mesa así como asumidas por un diputado en un plazo máximo de quince días. Y éste es el principal requisito, y el mayor obstáculo; si no hay diputado que haga suya la pregunta, no hay pregunta. Además, será ese mismo diputado el que intervenga en el hemiciclo, en representación de su autor.

Por otra parte, cualquier murciano podrá asimismo registrar enmiendas a proyectos y proposiciones de ley. Y aquellos ciudadanos que propongan Iniciativas Legislativas Populares podrán gozar, ellos sí, de su particular bautizo parlamentario, porque personalmente (sin diputado de por medio) podrán encargarse de su defensa en el hemiciclo regional. Por si todos estos avances parecieran escasos, infinidad de procesos legislativos se enriquecerán con las comparecencias de representantes relacionados con los asuntos a debate.  

Si las apariencias no engañan, la hora ciudadana ha sonado, o va a sonar de inmediato. A tal efecto, simbólicamente el nuevo reglamento entrará en vigor dos días antes de que se disuelva la Asamblea, el 1 de abril. Para entonces, la actividad parlamentaria habrá cesado; así que las preguntas ciudadanas no tendrán más remedio que esperar al comienzo de la X Legislatura en junio. Este es ya el cuarto reglamento en tres décadas, y sustituye al aprobado el 13 de junio de 2002. Y es de esperar que, después de tres tentativas, a la cuarta sea la vencida.

El aura divina de un reglamento

Como toda normativa que se precie en la era de la insoportable levedad de la transparencia, el documento contempla un reluciente e inevitable código ético. Qué sería de un reglamento sin código ético…  Un código que -mire usted por dónde-, al cabo de tantos años, descubre las Indias Occidentales:  los diputados no podrán aceptar regalos de valor superior a 60 euros y un régimen sancionador podrá dejarlos sin derechos en caso de ausencias injustificadas, quebrantar secretos o falsear, alterar u omitir datos en su declaración de bienes. Nunca es tarde si la dicha es buena… Y no supera los 60 euros.

Se podría afirmar que ya tenemos un “reglamento del siglo XXI”, o al menos como tal lo califican todos los grupos. Yo no me atrevería a tanto; en exceso grandilocuente me parece semejante visión. Por mucho que se establezcan cauces de participación y avances insospechados hasta hoy -como el voto telemático cuando estén sus señorías de baja, o el logro de que (¡albricias!)  las comisiones de investigación sean públicas- no deja de ser un mero instrumento en manos política y fieramente humanas. Un pretencioso instrumento que podría resultar pesado de sobrellevar y de hacer cumplir.

Sin querer ser agorero, con toda probabilidad, la vida parlamentaria ha de discurrir por cauces conocidos en demasía; y pese al tan cacareado escaño 46, en la X Legislatura, según la fiel aritmética de Rosa Peñalver, 23 seguirán siendo más que 22.  Curiosamente la todavía presidenta de la Asamblea, al haber sido desterrada de las listas (siempre necias), deberá recurrir cuadragésimo sexto escaño si quiere que aún se oiga su voz en el parlamento regional.

 Empero, ¿acaso, por ventura, este reglamento es vulgar o divino? Recordando lo que han dicho de él los más significados portavoces podríamos columbrar un aura divina entre sus páginas. De esta guisa, afirma Víctor M. Martínez del PP que “hemos dotado a la Asamblea Regional de una herramienta que acerca la institución al ciudadano” y permite ganar en “agilidad y transparencia”.  A su vez, Emilio Ivars (PSOE) sostiene que han puesto encima de la mesa “lo mejor de la política”; casi nada, humildad divina palabra.

No se queda corto tampoco Óscar Urralburu (Podemos) cuando asegura que “esto se traduce en una sociedad más democrática y justa”. Finalmente, Miguel Sánchez de Cs insiste en que “es una reforma muy importante que ha salido adelante, fruto de la voluntad que ha existido por parte de los cuatro grupos parlamentarios para llegar a un consenso”.  

Consensuar y pactar, no cabe duda, denota salud democrática; habría que felicitarles a todos ellos. Máxime cuando se cierne una legislatura en la que, a buen seguro, reinará la diversidad, con cinco fuerzas (quizá seis) en liza desde las bancadas, todo un récord inédito por estos pagos. En cualquier caso, confiemos en que el escaño 46 tenga la última palabra.

Pero que no se quede, el áurico reglamento, en soez papel mojado por las lágrimas de unos y otros. Lo mismo habría que exigir del anhelado nuevo Estatuto de Autonomía, que tanta expectación está suscitando entre propios y extraños. Para ser realistas, pidamos lo posible. Como diría un escéptico entre escépticos, nada vulgar puede ser divino, aunque todo lo vulgar es humano... Y lo humano siempre es político. 


 Publicado en Periódico económico de la Región de Murcia 
  https://murciaeconomia.com/art/61988/el-quimerico-escano-46