
El
quimérico escaño 46
En vísperas de elecciones múltiples, en la antesala de un tiempo de
espera tensa, recibimos la extraordinaria noticia del alumbramiento de un nuevo
reglamento en nuestro parlamento regional, que han aprobado todos sin excepción
(qué hermoso gesto, tan improbable en otras controversias). La Asamblea
dispondrá al fin de un reglamento ‘comme il faut’, pero también de nuevos
árbitros a partir de junio. Y gracias a este renovado documento, la décima
Legislatura contará con 46 escaños: los 45 de sus señorías más uno etéreo y
evanescente, para uso y disfrute del ciudadano de a pie. Un asiento colectivo y
anchuroso, donde teóricamente cabemos todos, y desde el cual podremos preguntar
al mismísimo presidente de la Comunidad; y llámese como se llame, tendrá la
obligación de respondernos y ofrecernos toda clase de explicaciones. La magia
de la democracia directa todavía no nos ha descubierto sus secretos todos.
El que se podría llamar escaño número 46 -así de hecho ya lo conocen
algunos que se disputan acerbamente su paternidad- constituye una de las
grandes novedades en la Asamblea Regional, que ha de estrenar en la próxima legislatura
flamante reglamento. Falta hacía; casi 20 años después de su última
modificación, este instrumento vital para la actividad parlamentaria se ha
remozado. En consecuencia, tras las elecciones autonómicas del 26 de mayo, se
abrirán de par en par las puertas de la Asamblea a la ciudadanía; la gran
diferencia estriba ahora en la posibilidad que tendrán (tendremos) los sufridos
contribuyentes de poder acceder a la Cámara regional con nuestras preguntas… Y
deberemos ser atendidos. En búsqueda de la participación y la
transparencia, esta normativa presumiblemente hará de nuestra Asamblea un foro
abierto a todos los murcianos, los 365 días del año, cada año. En apariencia,
un panorama idílico.
La buena nueva se fraguó en el Pleno que recientemente aprobó por
unanimidad la modificación del Reglamento de la Cámara, después de un trienio
de exhaustiva labor para actualizarlo. El reglamento que regulará, a partir de
junio, el funcionamiento de la Asamblea Regional brindará un mayor protagonismo
a la ciudadanía. Y el mero hecho de que se nos permita, a los humildes
conciudadanos, formular preguntas para su correspondiente respuesta oral
supone, de suyo, un avance considerable; los miembros del Consejo de Gobierno
(incluido su presidente) estarán al alcance de las cuestiones de cualquier
murciano, que quiera saber y preguntar.
Mas mucho me temo que nos encontremos ante otro evanescente brindis al
sol; la sacrosanta realidad se encargará de demostrar con gélida exactitud la
valía de este maravilloso invento que, de utilizarse con propiedad, prometería
fuertes emociones democráticas. Merece la pena, no obstante, concederle al
recién nacido escaño 46, el beneficio de la duda… por mucho que ésta me corroa
por dentro.
Un escaño multiusos
El modus operandi para acceder a la butaca parlamentaria conciudadana
no entraña ninguna dificultad. En principio, las preguntas al Gobierno regional
deberán registrarse presencialmente en la Asamblea o a través de su página web;
por supuesto, deberán ir identificadas, y tendrán que ser admitidas a trámite
por la Mesa así como asumidas por un diputado en un plazo máximo de quince
días. Y éste es el principal requisito, y el mayor obstáculo; si no hay
diputado que haga suya la pregunta, no hay pregunta. Además, será ese mismo
diputado el que intervenga en el hemiciclo, en representación de su autor.
Por otra parte, cualquier murciano podrá asimismo registrar enmiendas
a proyectos y proposiciones de ley. Y aquellos ciudadanos que propongan
Iniciativas Legislativas Populares podrán gozar, ellos sí, de su particular
bautizo parlamentario, porque personalmente (sin diputado de por medio) podrán
encargarse de su defensa en el hemiciclo regional. Por si todos estos avances
parecieran escasos, infinidad de procesos legislativos se enriquecerán con las
comparecencias de representantes relacionados con los asuntos a debate.
Si las apariencias no engañan, la hora ciudadana ha sonado, o va a
sonar de inmediato. A tal efecto, simbólicamente el nuevo reglamento entrará en
vigor dos días antes de que se disuelva la Asamblea, el 1 de abril. Para
entonces, la actividad parlamentaria habrá cesado; así que las preguntas
ciudadanas no tendrán más remedio que esperar al comienzo de la X Legislatura
en junio. Este es ya el cuarto reglamento en tres décadas, y sustituye al
aprobado el 13 de junio de 2002. Y es de esperar que, después de tres
tentativas, a la cuarta sea la vencida.
El aura divina de un reglamento
Como toda normativa que se precie en la era de la insoportable levedad
de la transparencia, el documento contempla un reluciente e inevitable código
ético. Qué sería de un reglamento sin código ético… Un código que -mire
usted por dónde-, al cabo de tantos años, descubre las Indias
Occidentales: los diputados no podrán aceptar regalos de valor superior a
60 euros y un régimen sancionador podrá dejarlos sin derechos en caso de
ausencias injustificadas, quebrantar secretos o falsear, alterar u omitir datos
en su declaración de bienes. Nunca es tarde si la dicha es buena… Y no supera
los 60 euros.
Se podría afirmar que ya tenemos un “reglamento del siglo XXI”, o al
menos como tal lo califican todos los grupos. Yo no me atrevería a tanto; en
exceso grandilocuente me parece semejante visión. Por mucho que se establezcan
cauces de participación y avances insospechados hasta hoy -como el voto
telemático cuando estén sus señorías de baja, o el logro de que
(¡albricias!) las comisiones de investigación sean públicas- no deja de
ser un mero instrumento en manos política y fieramente humanas. Un pretencioso
instrumento que podría resultar pesado de sobrellevar y de hacer cumplir.
Sin querer ser agorero, con toda probabilidad, la vida parlamentaria
ha de discurrir por cauces conocidos en demasía; y pese al tan cacareado escaño
46, en la X Legislatura, según la fiel aritmética de Rosa Peñalver, 23 seguirán
siendo más que 22. Curiosamente la todavía presidenta de la Asamblea, al
haber sido desterrada de las listas (siempre necias), deberá recurrir
cuadragésimo sexto escaño si quiere que aún se oiga su voz en el parlamento
regional.
Empero, ¿acaso, por ventura, este reglamento es vulgar o divino?
Recordando lo que han dicho de él los más significados portavoces podríamos
columbrar un aura divina entre sus páginas. De esta guisa, afirma Víctor M.
Martínez del PP que “hemos dotado a la Asamblea Regional de una herramienta que
acerca la institución al ciudadano” y permite ganar en “agilidad y
transparencia”. A su vez, Emilio Ivars (PSOE) sostiene que han puesto
encima de la mesa “lo mejor de la política”; casi nada, humildad divina
palabra.
No se queda corto tampoco Óscar Urralburu (Podemos) cuando asegura que “esto se traduce en una sociedad más democrática y justa”. Finalmente, Miguel Sánchez de Cs insiste en que “es una reforma muy importante que ha salido adelante, fruto de la voluntad que ha existido por parte de los cuatro grupos parlamentarios para llegar a un consenso”.
Consensuar y pactar, no cabe duda, denota salud democrática; habría
que felicitarles a todos ellos. Máxime cuando se cierne una legislatura en la
que, a buen seguro, reinará la diversidad, con cinco fuerzas (quizá seis) en
liza desde las bancadas, todo un récord inédito por estos pagos. En cualquier
caso, confiemos en que el escaño 46 tenga la última palabra.
Pero que no se quede, el áurico reglamento, en soez papel mojado por
las lágrimas de unos y otros. Lo mismo habría que exigir del anhelado nuevo
Estatuto de Autonomía, que tanta expectación está suscitando entre propios y
extraños. Para ser realistas, pidamos lo posible. Como diría un escéptico entre
escépticos, nada vulgar puede ser divino, aunque todo lo vulgar es humano... Y
lo humano siempre es político.
Publicado en
https://murciaeconomia.com/art/61988/el-quimerico-escano-46
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