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miércoles, 7 de septiembre de 2016

Artículo de Hipólito Martínez, director y presentador del programa


Hipólito Martínez
director y presentador del programa

Cambio de piel


En pleno epílogo del estío vuelve a ser una cuestión de piel; lo que nos pasa y lo que nos puede pasar. Nuestra Región y nuestro país se hallan inmersos en un periodo de interinidad preocupante que, de prolongarse, se convertiría en una auténtica agonía de imprevisibles consecuencias. Ya se ha hablado mucho de este asunto, lamentablemente demasiado. Nos agotan las palabras y se agota la paciencia. Después de dos investiduras fallidas habría que plantearse consultar al dermatólogo, y empezar a curtir nuestra piel ante los posibles daños y perjuicios que podrían sucederse si unas terceras elecciones generales fueran la única solución para el desaguisado nacional.

Y así las cosas, pese a que algunas cándidas almas creíamos que tal posibilidad era remota, a esa carta se lo están jugando todo todos; al menos, todos aquellos que afirman solemnemente servir a España. Si esto es servir a España, de qué poco sirve este país, nación, paraíso, en manos de tales señores de la  guerra política, donde el trono de La Moncloa es lo único que importa. Qué duda cabe que a Carlos Fuentes le hubiera gustado reescribir esta historia, su celebérrima novela, ‘Cambio de Piel’, incorporaría, de este modo, otros caleidoscópicos y promiscuos protagonistas.

 



En nuestra comunidad, con los eternos problemas de siempre (agua, infraestructuras, financiación, deuda, déficit...) se observa con desasosiego el devenir de los acontecimientos. ¿Y qué podemos hacer los murcianos, que, como españolitos obedientes y sumisos, ya hemos votado por partida doble para obtener la mitad de la mitad? Que la duodécima legislatura se erija en más efímera que su predecesora sería el peor de los escenarios y encendería todas las alarmas. Y brillaría una sobre todas: la alarma económica; este país no está para bromas; y nuestra Región, menos. El consejero de Hacienda Andrés Carrillo lo sabe bien, y ya ha echado sus cuentas: unos 330 millones de euros nos puede costar la humorada electoral, que implicaría que los presupuestos del Estado debieran prorrogarse. A esto habría que añadir esos 250 millones que ingresamos de menos, gracias al mefistofélico sistema de financiación autonómica. Un modelo denostado por unos y otros que se perpetúa a sí mismo; y, de esta infausta suerte, imperará sine die.  

Sin embargo, en Murcia, en los últimos tiempos, se habían recibido buenas nuevas económicas, especialmente en términos de empleo, que podrían tornarse en negativas si la situación se eterniza. Como lo demuestra fehacientemente el retroceso vivido en agosto, donde se ha destruido empleo, incluso antes de terminar la campaña de verano (11.356 afiliados menos a la Seguridad Social, 2.883 parados más). Además, no es oro todo lo que reluce. Que la última EPA (excepcionalmente buena) no nos nuble la vista, todavía queda mucho camino por recorrer. O si no consulten al Consejo Económico y Social, que constata que nuestra Región se aleja de la media nacional en renta por habitante. La teórica recuperación no se está notando en el bolsillo de los murcianos, que ven con sana envidia otros  bolsillos españoles bastante más repletos. Así la renta por habitante en la Comunidad de Murcia, en 2015, apenas alcanza los 19.000 euros (para los amantes de la exactitud: 18.929 escuálidos euros), con un crecimiento del 3,3%; sin embargo la media nacional está próxima a los 24.000 euros (con un aumento casi del 4%), y las comunidades más ricas superan los 30.000.



Ante esta evidencia, la prosopopeya sirve de poco; y que nos distraigan con la amenaza de nuevas elecciones, no ayuda en nada. Explicaciones haberlas haylas. Por ejemplo, si miramos con lupa la calidad del empleo que se está creando en la Región, se puede encontrar más de una. En nuestros contratos  todavía predomina la precariedad; y a su alrededor se suceden, con inusitada frecuencia, episodios de dudosa catalogación ética. Como manifiesta la propia Inspección de Trabajo, que denuncia que el 40% de los contratos a tiempo parcial en Murcia son fraudulentos. Se firman contratos de 4 horas, que, en realidad, conllevan una jornada laboral  de 8 o más horas, con sueldos que rondan los 500 euros. A esa conclusión han llegado, tras visitar más de 150 empresas en el primer semestre de 2016.

Que dos de cada cinco contratos de este tipo oculten un fraude en su jornada laboral, demuestra hasta qué grado de degeneración moral estamos llegando en esta crisis/recuperación interminables. Se está generalizando una muy dañina práctica, sobre todo en la hostelería y el comercio. Y no lo dice este pobrecito hablador, que apenas entiende de nada,  lo afirmaba el mismísimo jefe territorial de la Inspección de Trabajo, Diego Martínez, que verificaba la existencia de “un nicho de fraude enorme”. Según el sindicato de técnicos de Hacienda (Gestha), este fraude ascendería a 837 millones de euros al año.

 
Como les comentaba al principio, no estamos para bromas ni comicios. El precipicio no está tan lejano, y asumir el riesgo de seguir balanceándonos entre las veleidades partidistas e intereses electorales suena a estupidez dadaísta. Que al igual que Sísifo y su pertinaz roca, nos volvamos a despeñar por el mismo desfiladero, sólo demostraría la ineptitud de quienes dicen representarnos, y apenas sí se representan a sí mismos en esta triste función trágico-cómica, donde nadie es quien dice ser. Sin duda, a este paso, volveremos al dadaísmo, al asco dadaísta; quizá no se equivocaba su profeta Tristan Tzara cuando sostenía que ‘tout ce qu'on regarde est faux’, todo lo que miramos es falso... y tan falso.

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