XIV TEMPORADA

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domingo, 11 de noviembre de 2018

Día 9-11-2018 Camachuelos y trompeteros


                 A MICRÓFONO CERRADO
Camachuelos y trompeteros

Viernes, 9 de noviembre de 2018 | Hipólito Martínez

Haberlos haylos; sobrevuelan unos con una algarabía inusitada, mientras otros muchos  hacen oír sus horrísonas bocinas con persistente constancia de acá para acullá. Hay que reconocerlo, entre nosotros, especímenes, tanto de lo uno como de lo otro, abundan en nuestros sinfónicos alrededores. ¿Quién no ha visto por estos cálidos lares algún camachuelo haciendo de las suyas, prometiendo lo que no puede ni pretende cumplir? ¿Quién no ha escuchado las estruendosas cornetas de sus fieles trompeteros, que siempre se sitúan detrás de los palmeros de turno? ¡Qué hubiera sido de nosotros sin ellos? Da pavor, sólo el pensarlo; sin sus bombos y platillos, nuestra existencia carecería de interés; nuestro sentido trágico de la vida no tendría valor, ni siquiera música.





En la Región, a lo largo de décadas, hemos tenido el privilegio de presenciar los juegos malabares de sutiles prestidigitadores (y no tan sutiles), que nos embargaban con sus estentóreas cantinelas, en busca del disputado voto del ciudadano murciano. Este proceso nos ha llevado, en los últimos 23 años, a un predominio de un partido que ha llegado a creerse imbatible, estuviera quien estuviese al frente, fuera elegido digital o analógicamente, tuviera un futuro prometedor o más pasado que presente. Irreductibles en cualquier caso, con gaseosa para todos.
Mas estos efervescentes seres no eran tan raras avis; no olvidemos que antes (ay, los antes que nos preceden) otros gozaron del placer del poder y sus días de gloria. También ellos con tambores y trompetas se creyeron invencibles; y además se sintieron dueños del secreto de una invencibilidad tan supina  que, sin darse cuenta, les conducía al innombrable vicio de devorarse a sí mismos. De tal manera, debatiéndose entre afanes cainitas, han vegetado en el postrer cuarto de siglo, en busca de un destino y un tiempo lastimosamente perdido.
 
Y perder el tiempo, tan caro y querido para todos, parece ser una constante en nuestra historia reciente, un destino fatal que nos arrastra irremediablemente. No quiero sacar a relucir datos estadísticos que una vez más nos sonrojarían, tentación que tengo a menudo cuando empuño este micrófono apagado. En esta ocasión, me limitaré a exponer un botón de muestra, diseñado magistralmente por el ave mítica del paraíso; en efecto, bajo la astuta supervisión del ávido camachuelo trompetero surgió el proyecto de los proyectos: El Gorguel.

Han transcurrido tres lustros, tres, desde su feliz alumbramiento, y seguimos compuestos y sin macropuerto. Más de veinte estudios económicos, ambientales y de mercado, e innumerables trámites y premiosas gestiones no han fructificado en nada. Al menos en nada sólido; tanto es así que la terminal para contenedores de mercancías en El Gorguel parece hoy tan lejana como entonces. Paradójicamente deberíamos haber recibido los primeros barcos ya en 2015, fecha programada por el progenitor de la dársena, el inefable presidente de la Autoridad Portuaria, Adrián Ángel Viudes. Y no sólo no han venido barcos sino que en  2020  tampoco se pondrá la primera piedra, pese a proclamarlo con énfasis su sustituto, Antonio Sevilla.

Ahora, en vista de que las promesas son traicioneras, especialmente dañinas militarmente dispuestas en las hemerotecas, el nuevo presidente del Puerto, Joaquín Segado, se cura en salud y aplaza 'sine die' tan memorable acto; además se impone como fecha límite el año 2020 para que, de una vez por todas, terminen los interminables informes técnicos.  Más de un ingenuo (entre los que felizmente me hallo) se sigue preguntando cuándo la Unión Europea tendrá al fin la dicha de decidir a cerca de un proyecto, que todavía no deja de ser una entelequia.

En la Autoridad Portuaria, se asegura que no han dejado de trabajar ni un solo día, que es una prioridad absoluta. No obstante, en estos cuatro años y medio de ausencia de Viudes, da la sensación de que no se ha avanzado apenas. Máxime si se tiene en cuenta que, según el expresidente (como leímos recientemente en una entrevista publicada en La Verdad), “los estudios más importantes ya estaban hechos”, y que el informe del Instituto de Estudios Económicos “decía que el proyecto era totalmente viable. Sólo nos faltaba el permiso de Bruselas”. El galimatías llega a límites valleinclanescos; únicamente los espejos del Callejón del Gato serían capaces de reflejar lo que queda de este puerto en realidad.

El propio Viudes, en la citada entrevista, se expresa con una rotundidad meridiana: “Adrián, no te canses. No hay Gorguel. No se hará. Tenemos noticias de que ha sido una de las condiciones que Esteban González Pons le ha puesto a Ramón Luis para ser eurodiputado. Y le han dicho que se tiene que olvidar del Gorguel si quiere ir a Bruselas, porque de lo contrario, al puerto de Valencia lo hacemos bicarbonato”. Era una persona muy cercana a Viudes quien le hacía esta delicadísima confidencia. Y, por si al buen entendedor le faltara alguna palabra más, el antiguo presidente portuario sentencia que “El Gorguel está muerto (…) Que no nos cuenten milongas”.

Sorprendentemente, durante estos años, se han seguido elaborando enrevesados y costosos informes. E incluso a finales de agosto, el Ejecutivo regional volvía a anunciar que se pediría al Gobierno de España la declaración de “interés público”, una gestión que languidecía solitaria y cubierta de polvo en el ángulo más oscuro de un insondable cajón, desde hacía un quinquenio.

Proyecto estratégico
Se pretende así conseguir un pronunciamiento sobre la consideración del Gorguel como proyecto estratégico para el país, desde el punto de vista socioeconómico; un planteamiento que no es nada nuevo bajo el murciano sol. Porque el Gobierno de Valcárcel ya había aprobado la declaración de El Gorguel como proyecto de interés regional en 2013, y había manifestado su intención de reclamar al de España su calificación de interés público nacional.

Sin embargo, parece que ese paso no se ha dado con la contundencia debida hasta este último verano. Y lo que haya de suceder, de ahora en adelante, constituye todo un enigma dentro de un laberinto, preñado de minotauros y otras especies en peligro de extinción. A ciencia cierta, del destino del Gorguel, al socrático modo, sólo se sabe que no se sabe nada.

En consecuencia, los 3.000 puestos de trabajo directo que se crearían con su construcción están más en el aire que nunca; tan en el aire como esos otros 30 mil inducidos, que no han de inducirse. Simultáneamente los 4 millones de contenedores, que podrían llegar a moverse al año en el macropuerto, siguen parados. Tan parados como esos más de 116 mil epatados murcianos (104.374, según el SEPE), que continúan deslumbrados por megaproyectos que no acaban de concretarse sino en trompeteras declaraciones, que los camachuelos se llevan alegremente entre sus plumas.

 Publicado en

sábado, 27 de octubre de 2018

Día 27-10-2018


                          A MICRÓFONO CERRADO

"JUSTICIA VERSUS POBREZA"

Aunque parezca noticia de cualquier otro tiempo pasado, más de medio millón de murcianos se encuentran en riesgo de pobreza, según un informe de la Red Europea contra la Exclusión Social. En los últimos días, una vez más, esta desconcertante cifra ha vuelto a suscitar la polémica, y a poner de manifiesto la preeminencia de una ignominiosa negligencia -también la mía y me temo que la de tantos- ante el asunto más decisivo de nuestra existencia como seres humanos que se precian de serlo. Donde hay justicia no hay pobreza decía Confucio; no parece que hayamos aprendido tan elemental lección de humanismo a lo largo de los siglos.



Hablemos, por tanto, de humanidad: la existencia a nuestro alrededor de una lacra que debería estar extinguida hace décadas constituye un agravio para nuestra sacrosanta condición humana. Tanto es así que hablar de pobreza en esta tierra, cuando ya se avistan los felices años veinte del vigésimo primer siglo, debería implicar un contrasentido o un error. Pero el horror/error de la pobreza sigue su curso entre nosotros inexorablemente. Ante la estupefacción generalizada, muchos miran hacia otro lado. Cada año, cuando se publican datos de este tenor, reaparecen los gestos de desaprobación e incredulidad; cuesta creerlo, duele más todavía.


Pues lo crean o no, la maléfica cifra sigue creciendo; de facto, ha aumentado su volumen en más de 100.000 personas en la última década. Aunque algún optimista me puede argüir que, de 2016 a 2017, el porcentaje en riesgo de pobreza se ha reducido un 0,1%. De esta guisa, en la actualidad, la tasa ronda el 35% de la población, e incluso la Fundación Adecco la sitúa en el 66% de las familias monoparentales. Estos datos, a todas luces, resultan ominosos y vergonzantes. Que Murcia sea la cuarta comunidad con mayor población en riesgo de exclusión social, provoca tanta indignación que cabe preguntarse qué ha podido suceder en una sociedad como la nuestra para que se perpetúe la pobreza; ¿qué otra prioridad ha podido haber?, ¿qué otros problemas de mayor calado han figurado en la agenda regional durante cuarenta años de joven/vieja democracia?  


El informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN) refleja un panorama tan inaudito como desolador. Que la tasa de riesgo en la Región supere en más de ocho puntos a la de la media española (26,6%), debería estremecer las conciencias todas. En términos absolutos, 510.869 murcianos, 100.000 más que en 2008, se balancean en este abismo donde, si no se reacciona con urgencia, muchos han de caer para no levantarse ya, ni ellos ni sus hijos, porque la pobreza se hereda y se cronifica. Bien lo saben expertos en humanidad tan cualificados como la EAPN, Cáritas y Cruz Roja.


Y un año más, cuando se ha sentido que se aproximaba el aclamado Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, han vuelto a llover proclamas y apasionados brindis a la soleada solidaridad universal. En cualquier caso, no está de más que así sea, al menos un día entre 52 semanas perdido. En este sentido, no deja de ser muy significativo que los rectores de la Universidad de Murcia, José Luján, y de la Universidad Politécnica de Cartagena, Alejandro Díaz, reivindicaran al unísono un plan para luchar “de forma integral” contra la pobreza, y se posicionaran rotundamente a favor de un modelo económico “más equitativo”. A ambos les confío EAPN Región de Murcia la lectura del manifiesto conmemorativo del Día Internacional que jamás debió existir; su sola existencia prueba fehacientemente el fracaso de nuestro mal llamado desarrollo económico.



En la Región, este desarrollo se traduce en el porvenir incierto de medio millón de murcianos. Un progreso que pone en tela de juicio el futuro de tantos ciudadanos, no debería suscitar ni el más mínimo envanecimiento. Constatar que más de una tercera parte de la población murciana se halla en una situación de vulnerabilidad, corrobora que el rumbo de nuestra recuperación económica no ha sido el adecuado. Porque si lo ha sido, cómo se explica que casi cien mil personas en la Región malvivan con menos de 355 euros al mes, y que nuestros trabajadores ganen 250 euros mensuales menos que la media nacional (1.702,45 euros al cierre del primer semestre; para más inri, un 0,8% menos que en junio de 2017). Con un tercio de nuestros conciudadanos en riesgo de exclusión y con salarios de los más bajos de España (somos la tercera Comunidad, sólo por detrás de Galicia y Extremadura), ¿qué clase de recuperación hemos generado?


En este final de legislatura, España está atravesando por un periodo de incertidumbre que en nada va a beneficiar a las capas más desfavorecidas. Por desgracia, en Murcia se sufren las consecuencias de esa inestabilidad aun con mayor virulencia. Pero se debe reconocer que el Gobierno regional ha dado muestras inequívocas de afrontar la gravedad de la situación, y ha asignado un 8% del presupuesto a la lucha contra la pobreza, por encima de sus propios objetivos para este cuatrienio (que eran del 5%). En total, en 2018 se han destinado 365 millones de euros a tal fin. Y para tan loabilísimo fin, no es un mal principio elevar el presupuesto, aunque todavía resulte insuficiente. Tan insuficiente como la Renta Básica de Inserción, pese a haberse aumentado su cuantía en el último año de 300 a 430,27 euros. Es de esperar que se persevere en esa dirección.


Hay que recordar, a este respecto, que existe un Pacto de Lucha Contra La Pobreza y La Exclusión Social suscrito en 2015 por todos los partidos con representación en nuestro parlamento regional. En su alocución, los rectores reclamaron precisamente el cumplimiento de las medidas de este Pacto tan pomposo, firmado tres años atrás. Ambos abogaban asimismo por “cambiar los patrones insostenibles de consumo y producción, y tender a un modelo más inclusivo, equitativo y sostenible en Murcia, España, la Unión Europea y toda la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en España y el planeta”. Al igual que ellos, fueron muchos los que el pasado 17 de octubre alzaron su voz contra la anacrónica plaga del siglo XXI.


Mas, después de la conmemoración del ‘Día que nunca debió existir’, ahora hay que pasar de la delicuescencia de las palabras a la contundencia de los hechos; para que, entre otros, los objetivos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas no queden en papel mojado. Lo que lamentablemente no sorprendería a nadie. Como a ninguno le ha de llamar la atención ni lo más mínimo que tampoco se cumpla la Estrategia 2020 de la UE; sus metas en la reducción del número de personas en riesgo de exclusión se columbran muy lejanas, también en nuestro país.

Resulta evidente que deben de haber otras urgencias para que tamañas agendas y estrategias puedan sucumbir en la ignominia de la ineficacia o en la desidia del olvido. Mera cuestión de prioridades. Parafraseando al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, hay que recordar lo obvio: la erradicación del virus de la pobreza no es una cuestión de caridad sino de justicia.