LA AGENDA OCULTA
En esta dorada tierra murciana, nuestro sino es intentar
desentrañar las opacidades que nos envuelven y encontrar esa luz que nos
ilumine… Y esa luz no puede ser otra sino la luz jubilar; si en este año santo
no resolvemos nuestros viejos problemas, nuestras antiguas cuitas, no lo
conseguiremos nunca. Pero hete aquí que hay que luchar contra inextricables
agendas, en las que rara vez aparecen nuestros asuntos regionales como
prioritarios. Son muchos los retos, y más todavía las decepciones que
sobrevuelan nuestros cielos.
Así desde el Sureste se aguardaba con nerviosa expectación
la VI Conferencia de Presidentes Autonómicos, donde debían plantearse algunas
de nuestras reivindicaciones de siempre. Mas misteriosamente del orden del día
desapareció, como por arte de embeleso, la eterna y espinosa cuestión del agua:
de inmediato, creció el escepticismo y la incredulidad, incluso entre los más
optimistas. Y algunos nos estremecimos ante la maldición de la agenda, ese
maleficio que nos acecha desde hace décadas.
De esta guisa, se reunieron días atrás los presidentes
autonómicos, bajo la égida de la jubilosa luz de este año santo caravaqueño y
la penumbra de un caprichoso orden del día. Y se sentaron 15 presidentes 15 (El
País Vasco y Cataluña ni se molestaron en acudir), con la sana intención de
buscar soluciones que contentaran a todos. Sin embargo, para que todo cambie,
algunos piensan que es preferible no cambiar nada. En consecuencia, los asuntos
más áridos, entre ellos la financiación autonómica y otros fluidos, nos
seguirán separando.
Sin lugar a dudas, la reforma de la financiación autonómica
fue una de las cuestiones más peliagudas que empezaron a debatir los
presidentes autonómicos ante la mirada inquisitiva de esa enigmática agenda,
pactada por unos y por otros, que abierta de par en par presidía el centro de
la mesa. No sé si figuraba en ella la defensa de los derechos adquiridos, pero
ello no fue óbice para que las comunidades menos pobladas trataran de defenderlos
con uñas y dientes, unos derechos que
gozan desde 2001 amparándose en helicoidales argumentos.
Esta disputa viene de antiguo, se ha mantenido inalterable
desde principios de siglo. Las regiones mejor financiadas, como Cantabria que obtiene
los mayores ingresos por habitante, hacen valer la población mayor de 65 años a
la que tienen que atender y la dispersión geográfica de sus enclaves rurales,
como factores fundamentales para justificar su “sobredotación”. Algo similar
esgrime Extremadura y otras, que están en contra de que la población sea la
variable decisiva en el reparto de los fondos. Y ya dentro del fragor de la
batalla, las comunidades bien financiadas se permiten lujos como el de
acusarnos -a las autonomías mediterráneas-
de no controlar el déficit. Y ahí, me temo que no andan muy descaminadas.
Con razón o sin ella, todos, los quince presidentes, dieron
mil y una vueltas al mefistofélico modelo de financiación autonómica, a lo
largo de más de 7 horas, para, a la postre, quedarse prácticamente en el mismo
sitio. Se presume una durísima negociación, en un mes una comisión de expertos
se pondrá manos a la obra. Después de tantos años de espera, un mes puede parecer
poco, empero las urgencias hay que afrontarlas cuanto antes.
¿Y a estos expertos, qué expertos los van a elegir? ¿Qué
experiencias y méritos deben acumular estos expertos, para considerarlos tales?
Como a usted, las respuestas a estas preguntas me inquietan sobremanera.
De momento, seis comunidades autónomas (la murciana, entre ellas)
han solicitado al Ministerio de Hacienda que el sistema de financiación
autonómica, que ha de aprobarse este año (si la luz jubilar desciende sobre
nosotros), contemple la condonación de las partidas del Fondo de Liquidez Autonómico (el eufónico FLA) que hemos gozado
sin tacha hasta la fecha. Este instrumento financiero, calenturienta creación
gubernamental del verano de 2012, ha supuesto, hasta ahora, el desembolso de
unos 100.000 millones de euros en total. De esa cantidad, Murcia reclama 6 mil
millones; pero Carrillo aclara que no se trataría de una condonación stricto sensu, sino más bien de una “mutualización” de la deuda.
En cualquier caso, Andalucía, Baleares, Aragón, Comunidad
Valenciana , Canarias -que recibe una especie de FLA versión hora insular canaria
- y Murcia (la única del sexteto, gobernada por el PP) defienden esta propuesta como compensación de
la deuda generada por la infrafinanciación que sufren y sufrimos. El Gobierno
podría aceptar esta demanda, pero sólo en aquellas comunidades que se hallan
financiadas por debajo de la media nacional a través del modelo vigente. Eureka!,
ése es nuestro caso desde siempre. Mientras no se demuestre lo contrario, seguimos
recibiendo cada año 250 millones menos de lo que nos debería corresponder,
gracias a ese maquiavélico sistema de financiación, que todos aseguran querer
cambiar.
Mas no lancemos las campanas al vuelo, hay que ver lo que dicta la
agenda, siempre la agenda; el problema es conseguir que se nos incluya en ese
dietario esotérico que marca nuestras horas. Ya saben a qué me refiero, a que
Murcia al fin encabece la agenda que corresponda, o de quien corresponda.
Porque quiero volver a insistir en el nebuloso asunto de las
pérfidas agendas. Como postrer botón de muestra, la de una reunión de presidentes
que no se convocaba desde 2012. En el decálogo que recogía los temas
programados para tan magna conferencia, en principio, sorprendentemente no
figuraba el agua. Sólo gracias al empeño de Pedro Antonio Sánchez pudo
hablarse, aunque muy a la ligera, del líquido elemento.
Resulta muy significativo -y llama alarmantemente la
atención-, que todo un presidente autonómico se vea obligado a saltarse el
orden establecido para poner una materia tan sensible como la del agua sobre la
mesa. Simple y llanamente sus colegas no habían tenido a bien hacerle un hueco
en la agenda de la sesión, como si fuera un asunto menor que sólo preocupara en
el levantisco Levante.
A este paso, el archiproclamado Pacto Nacional del Agua se
puede quedar en regional… y con suerte. Pero, sin ella, seguirá sin mencionarse
en agenda alguna; como le sucede al Plan Hidrológico Nacional, del que ya nadie
se acuerda. Y una duda corroe mi alma: ¿qué insondable diferencia existe entre
pacto y plan?
Publicado en